La Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) publicó el pasado viernes una nueva reglamentación que generó tanto festejos como controversias. La autoridad aeronáutica decidió avanzar hacia la desburocratización del sector, al simplificar el régimen de autorizaciones requeridas, pero a la vez se expidió en el espinoso tema de los drones utilizados en el agro.
“Las aeronaves tripuladas a distancia (RPA) de cualquier categoría podrán emplearse para realizar trabajo aéreo”, reza el quinto artículo de la Resolución 265/2025 publicada en el Boletín Oficial. Aunque parezca insólito, recién a partir de ahora la ANAC reconoce como válido y legal el trabajo con drones, que de hecho en el agro, por ejemplo, ya funcionan hace años.
-Es decir que, hasta este momento, ¿circulaban de forma ilegal?-, le consultó Bichos de Campo al presidente de la Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas (Fearca), Diego Martínez.
-No quiero poner en palabras algo que está a la vista- fue su respuesta.
Durante mucho tiempo, la autoridad aeronáutica autorizó a las naves no tripuladas a hacer operaciones agrícolas a modo de ensayo, para poder luego presentar los resultados al Senasa. Pero ese gris burocrático se extendió por demás y les permitió convertirse en un servicio comercial que, recién el pasado viernes, fue permitido oficialmente.
El sector de los aeroaplicadores no pudo evitar reaccionar ante lo que consideran una falta de ecuanimidad por parte de la ANAC, ya que opinan que si bien la autorización es “un primer gran paso”, los drones aún cuentan con demasiadas ventajas en materia regulatoria. Ahí se juega no sólo la competencia, sino la seguridad misma del espacio aéreo.
“La aviación agrícola es la actividad agropecuaria más regulada del país. Queremos que se hagan los mismos controles por una cuestión de seguridad”, afirmó Martínez.
Incluso, Martínez ratificó que se han reunido oficialmente con representantes de la ANAC y que no han podido conciliar las diferencias de criterio sobre los riesgos no cubiertos. Sin ir más lejos, no hay protocolos dispuestos para saber cómo actuar si un avión se encuentra con un dron en vuelo y, hasta el momento, toda la responsabilidad recae sobre los pilotos.
Uno de los objetivos del Congreso Mercosur de Aviación Agrícola que preparan para el 21 y 22 de julio en La Rural de Palermo es conocer la experiencia de países vecinos y diseñar proyectos para avanzar en ese sentido.
A la vez, la nueva normativa de la ANAC también trae importantes ventajas para los aeroaplicadores, sobre todo en lo respectivo al Certificado de Explotador de Trabajo Aéreo (CETA), que de ahora en más será emitido con una declaración jurada, sin vencimiento ni renovación. “Nos generaba estrés cumplir con eso. Es un reclamo que venimos haciendo hace tiempo y lo celebramos”, expresó el presidente de Fearca.
Es que la resolución firmada por María Julia Cordero ya no exige pilas de documentación y trámites a las empresas y pilotos, sino que les transfiere directamente la responsabilidad de tener todo en regla por si en caso de recibir inspecciones. Además, a quienes ya posean el CETA se les permitirá iniciar cualquier otra actividad de trabajo aéreo con el único requisito de informar a la ANAC.
Sin embargo, cuando se trata de servicios al agro, los drones aún llevan las de perder, sobre todo en cuanto a la aplicación de fitosanitarios, porque los insumos aún no fueron autorizados por Senasa para emplearse en ese tipo de tecnología.
En contraste, los aeroaplicadores, nucleados en unas 500 empresas, no sólo se dedican a la pulverización de fitosanitarios u otros agroquímicos, sino que también son contratados para la siembra aérea, el control de incendios y de plagas. “No tenemos miedo, pero queremos trabajar en igualdad de condiciones y en un marco de seguridad tanto ambiental como humana”, destacó Martínez.
El piloto recuerda que una amenaza similar representó para el sector el “boom” de las pulverizadoras autopropulsadas. Cuando los “mosquitos” empezaron a ser accesibles para los productores y se extendieron por los campos se auguraba el fin de la aeroaplicación, pero hoy conviven sin problemas. “Son herramientas, al igual que los drones”, deslizó el referente, y aseguró que muchas empresas aeronáuticas ya llevan adelante ensayos para sumar también naves no tripuladas a sus servicios.
De todos modos, si los aviones aún son una opción eficaz es porque han sabido explotar sus potencialidades. “Nosotros protegemos cultivos, por lo que el tiempo de respuesta es un valor importante en la solución que brindamos”, aseguró Martínez, que también considera que hay que relativizar el poder de los drones per sé. Salvando distancias, facilidades y costos, la diferencia es notable: Mientras un avión puede cubrir unas 2000 hectáreas en un día, con suerte una nave no tripulada llega a hacer el 10%.
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